No es ninguna novedad que nuestro país se caracteriza por la elaboración de vinos de altura. Pero si, que aquello que para muchos países vitivinícolas es un techo, en Argentina bien puede ser tan solo el piso. Para ser más claros, mientras que en Europa los 800 metros se celebran como origen de vinos extremos, en Mendoza esa es la altura donde todo comienza. Ni hablar se nos trasladamos al Valle de Uco donde los viñedos rozan los 1600 o al Noroeste del país con vides por encima de los 3000 metros de altura.

Ahora bien, ¿cuánto importa esto? Muchísimo, por que este factor, es decir, la altitud de los viñedos, define el carácter del vino argentino en todos sus aspectos. Por un lado, hablaremos de la intensidad y profundidad de color producto de una insolación que ayuda en la maduración y concentración de materia colorante, fenoles y azucares. A la vez, este mismo efecto permite concentrar la frescura suficiente para equilibrar el temperamento típico de los vinos de altura. Y por último, todo esto define desde perfiles aromáticos hasta potencial de guarda.

Mientras que en los blancos, estos efectos son la bendición que permite concentrar frescura por medio de la acidez natural que las uvas desarrollan como producto del frío que imprimen los parajes de altura. Por esto mismo, los viñedos más preciados a la hora de elaborar vinos blancos se encuentran principalmente en el Valle de Uco, por encima de los 1200 metros de altitud. Efecto que se puede apreciar en Susana Balbo Signature Barrel Fermented Chardonnay 2017, un blanco elaborado con uvas recolectadas en Los Árboles, Tunuyán, a 1200 metros de altura. De color amarillo pálido con aromas de miel, piel de limón, ananá y peras con flores blancas de fondo. Al paladar es un blanco envolvente de acidez refrescante y buen peso en centro de paladar.

Mientras que, en Gualtallary, Tupungato, a una altitud de 1200 metros sobre el nivel, Ariel Angelini elabora Casa Petrini Malbec 2017, un tinto que no solo se vale de la altitud a la hora de definir su personalidad, también de unos suelos muy curiosos próximos al Río Las Tunas. De este modo, Angelini logra un vino de color rojo violáceo, concentrado y brillante con importante caudal frutal, tonos de especias y hierbas silvestres frescas con tonos minerales. Al paladar es intenso, envolvente y jugoso con rica frescura.

Por último, Amalaya Corte Especial 2016, el vino Singular del mes, es un blend de Malbec, Tannat y Cabernet Franc que llega desde viñedos ubicados a 1800 metros en Cafayate, epicentro de la vitivinicultura calchaquí. En este caso, un tinto rojo rubí con reflejos violáceos y perfil complejo de matices especiados, balsámicos y herbales. Vino de paladar caudaloso, expresivo y tenso con un gran potencial de envejecimiento.

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