Flying winemakers

<div>Hace unos años estos enólogos cambiaron el mundo del vino, ¿queres saber cómo es su trabajo?</div><div><br /></div>

Alejandro Iglesias

13 de agosto de 2013

Notas:

Por Alejandro Iglesias (@AleIglesiasWIne)
Décadas atrás el trabajo de los enólogos era muy diferente al que desarrollan actualmente. Sin necesidad de retroceder demasiado en el tiempo podemos imaginar que un enólogo hace unos treinta años se dedicaba específicamente a la elaboración de sus vinos o los de la bodega que lo empleaba y listo. Claro está que esto le demandaba el ciento por ciento de su tiempo ya que se ocupaban absolutamente de todo, tanto del viñedo como la elaboración. Con el tiempo el ámbito enológico se fue perfeccionando y estos creadores ampliaron sus equipos a modo de poder enfocarse en la vinificación mientras los agrónomos hacían lo propio en la viña.
Mas tarde la enología tomaría otro vuelo de la mano de la ciencia y la tecnología que transformaría a los enólogos en mucho mas que hacedores de vinos y estós comenzarían a profundizar sus investigaciones, recorrer el mundo en busca de experiencia e información y pulir así técnicas y estilos.
Para la década de 1990 se los comenzaría a llamar winemakers (hacedores de vinos) un termino que indicaba que no solo metían manos en las uvas sino que habían trascendido la bodega para participar activamente del negocio y la decisiones.
Pero aún faltaba un paso mas en la evolución de esta profesión.
¿Qué es un Flying wine maker? Con el vertiginoso desarrollo de las comunicaciones, la conectividad y las mejoras en el transporte los enólogos comenzaron a moverse tanto como pudieron y algunos ya pasan mas tiempo en un avión que en una bodega. Si bien la traducción literal se refiere a un enólogo que vuela no hablamos de mutantes ni de especies aladas sino de enólogos que migran de un lugar a otro para hacer su trabajo. En principio esto fue parte de la búsqueda de información y experiencia que hablábamos anteriormente. Es decir, un enólogo que trabajaba en el hemisferio norte una vez finalizada la vendimia y la elaboración viajaba al hemisferio sur para conocer cómo era hacer vino en otro terruño, descubrir nuevos desafíos y como reaccionar ante estos. En una primera instancia esta fue la búsqueda principal pero pronto algunos de estos profesionales comenzarían a destacarse y ya no solo viajarían por propia voluntad sino porque sus servicios comenzaban a ser requeridos por bodegueros de diferentes partes del globo.
Fue así que lentamente este modo de trabajo se convirtió en un negocio y sus protagonistas, los flying winemaker, en los consultores mas requeridos de la industria.
¿Qué aporta su trabajo? En los inicios trabajaban en regiones vitícolas emergentes donde todo estaba por hacerse o bien en otras con tradición vitícola  donde algunos productores estaban interesados en cambiar el estilo de sus vino o bien mejorarlos.
En ambos casos que mejor decisión podían tomar que contratar a estos expertos con experiencia en mas de un terruño y con vinos ya exitosos en los mercados mas importantes.
Luego a medida que el mundo comenzó a conocer sus vinos y éstos encontraron su lugar en el mercado la demanda de sus servicios comenzó a ser cada vez mayor.
Si ponemos como ejemplo a Argentina debemos decir que llegaron como golondrinas a fines de los ochenta para desarrollar nuevas técnicas de trabajo desconocidas por aquí que luego se convirtieron en el puntapié inicial de la industria tal cual la conocemos hoy. De modo que estos enólogo gracias a la experiencia que habían ganado por el mundo y elaborando en numerosas regiones contaban con conocimientos muy valiosos para los locales.
Hoy a mas de veinte años de sus llegadas muchos de estos no solo asesoran sino que también tienen sus bodegas mientras que sus discípulos son algunos de los profesionales mas relevantes de la industria.
 
Pero no todo es color de rosas. Con el auge de los flying winemakers no tardaron en llegar sus detractores que básicamente apuntaban que el trabajo de estos enólogos terminaría globalizando el sabor del vino ya que por mas que fueran buenos hacedores al fin de cuentas sus vinos sabían igual en todos lados. Lógicamente esta es la versión anti flying winemakers mientras que por otro lado están quienes los apoyaban y contratan sin preocupación alguna.
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¿Quiénes son?</strong

</strong> Cada país encontró los flying winemakers que necesitaba y estos echaron raíces en diferentes regiones. Por lo tanto vamos a mencionar a los que se destacaron en nuestro país comenzando por Michel Rolland sin dudas el mas reconocido de todos estos enólogos golondrina. Rolland llegó a Argentina contratado por Marcos Etchart para perfeccionar los vinos de la bodega familiar en Salta. Pronto la relación entre ambos daría vida a Yacochuya la mítica bodega de Cafayate. Desde entonces este francés comenzó a asesoran numerosas bodegas argentinas en todas las regiones hasta que a fines de los noventa inauguró el proyecto Clos de los Siete junto a otros compatriotas que él mismo convenció para que inviertan en Mendoza. Hoy tanto Eno-Rolland, su empresa, como él en persona asesoran a decenas de proyectos en el país mientras pasa su tiempo produciendo vinos en todos los países donde se haya plantado una vid en los últimos veinte años.

Otro muy reconocido e instalado en nuestro país es Paul Hobbs. La historia de este flying winemaker se inició en California junto ni mas ni manos que a Robert Mondavi. Allí se conocería con Nicolás Catena quién lo convenció para viajar al país y asesorar a su bodega. Eran fines de los ochenta cuando Hobbs asumiría el rol de consultor de Catena para el desarrollo de sus nuevos vinos. Mas tarde junto a Andrea Marchiori y Luis Barroud fundaría Viña Cobos su propia bodega en Agrelo mientras completa su agenda con consultorías tanto aquí como en Chile, Uruguay, Europa, Estados Unidos y hasta Armenia.
El que completa el team de flying winemakers que mas influenciaron la industria local fue Alberto Antonini quien llegaría al país junto a su colega Atilio Pagli para dar vida a Alto Las Hormigas uno de los proyectos mas revolucionarios de la vitivinicultura argentina de los noventa. Antonini luego iniciaría su recorrido como asesor de numerosas bodegas locales e internacionales.

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