Cómo maridar la mesa de Navidad

Si sos amante del vino, seguramente coincidimos en algo: la mesa de Navidad tiene más tradición que sorpresa. Los platos se repiten, las recetas tienen memoria afectiva y el verdadero desafío no está en qué cocinar, sino en cómo disfrutarlo mejor. Y en esto el vino cumple un rol clave.

Este año, en BONVIVIR contamos con una ventaja. Un recetario Foodit con miles de recetas. Una oportunidad para resolver la cocina con criterio, sabor y simpleza.

A partir de aquí, el rol del vino es acompañar, equilibrar y sostener una mesa larga, festiva y sin rigideces. No se trata de impresionar, sino de elegir bien, servir mejor y dejar que la noche haga lo suyo.

Toma nota del siguiente menú que te proponemos con recetas, lista de compras y vinos sugeridos.

Para las entradas frías

En el arranque de la cena buscamos siempre lo mismo: frescura y claridad. El pionono salado con atún, aceitunas y mayonesa combina grasa y salinidad, y pide blancos secos, definidos y sin madera (o muy poca). Un Sauvignon Blanc del Valle de Uco, con perfil herbal y final tenso, o un Chardonnay patagónico, de ataque preciso y boca recta, acompañan sin invadir. Servidos entre 7 y 9 °C, cumplen su función: abrir el apetito y limpiar el paladar.

Con el vitel toné no hay dudas que necesitamos Pinot Noir de zonas frías. Su acidez natural y taninos finos dialogan con la salsa cremosa sin tapar la carne. Apenas refrescado, alrededor de 14–15 °C, gana agilidad y se vuelve un gran aliado gastronómico.

A la hora de los platos principales

El matambre relleno es un plato típico de las Fiestas. Carne, huevo, queso, especias. Para acompañarlo hay que tener a mano tintos jóvenes y jugosos, que acompañen la textura sin sumar peso. Una Bonarda fresca funciona de maravilla; también un vino de Criolla, cuya ligereza ayuda a sostener el ritmo de la comida. Si los servimos a un temperatura entre 15 y 16 °C, mucho mejor.

El pollo con salsa cremosa de limón cambia el eje. Acá necesitamos blancos con nervio y algo de volumen. Semillón o Chenin Blanc, trabajados con precisión y, en algunos casos, con contacto con lías, acompañan la untuosidad de la salsa y realzan la acidez del limón. Servidos entre 9 y 10 °C, sin exagerar el frío, serán una maravilla.

Para una colita de cuadril rellena de verduras, un tinto elegante, de perfil medio. Un Cabernet Franc de clima fresco ofrece fruta, suavidad y equilibrio, acompañando la carne sin imponerse y manteniendo la mesa en armonía, mientras que un Malbec joven de cuerpo medio compensara con su jugosidad y sabor frutal los tonos cocidos de las verduras y la carne.

Para los postres: el momento de jugar y brindar

La Navidad también se define en el final. Los postres son el momento donde la charla se alarga y la copa vuelve a llenarse. La torta fría de frutos del bosque se luce con espumantes argentinos Extra Brut o Brut Nature: la acidez equilibra la fruta, la burbuja aligera la textura y el cierre queda limpio y fresco.

Con el pan dulce, uno de los grandes símbolos de la noche, hay dos caminos felices. Un espumante seco corta la untuosidad sin empalagar; un vino dulce natural de Torróntes, servido bien frío y en copas pequeñas, acompaña desde la armonía y la moderación. En ambos casos, menos cantidad y más intención.

Cómo servir los vinos (y terminar de acertar la noche)

Si el vino acompaña la comida, se sirve sin explicaciones largas y dan ganas de repetir, está bien servido; y para que esto suceda te dejamos unos tips simples que hacen una diferencia enorme en la mesa de Navidad:

• Para blancos y espumantes, copas medianas tipo tulipa: concentran aromas sin exagerar. • Para tintos, copas de boca media, más anchas que profundas, favoreciendo oxigenación suave. • Para vinos dulces, copas chicas: menos cantidad, más foco.

En BONVIVIR creemos que el vino está para sumar, no para imponer reglas. Elegir bien, servir mejor y disfrutar sin miedo es parte del ritual. Con las recetas de Foodit y una selección consciente de vinos argentinos, la mesa navideña fluye sola: las copas circulan, la charla se estira y la noche encuentra su propio ritmo.

Al final, el mejor indicador de éxito no está en la técnica, sino en algo mucho más simple: que nadie tenga apuro por levantarse de la mesa.