Futuro en blanco

Cada día hay más voces que se suman al auge de los vinos blancos argentinos.

BONVIVIR

16 de mayo de 2015

Notas:

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Por Alejandro Iglesias

 

Con una reputaci&oacute;n construida a base de vinos tintos, principalmente Malbec, Argentina se propone recuperar un segmento que supo ser su principal negocio: los vinos blancos.

 

&ldquo;Los argentinos consum&iacute;an m&aacute;s blancos que tintos&rdquo; suele recordar Ricardo Santos en cada una de sus presentaciones. Y tiene raz&oacute;n, en Argentina hubo una &eacute;poca donde el Malbec era casi desconocido para el consumidor y los blancos lideraban el consumo.

 

Sin embargo, durante la d&eacute;cada de 1990, de la mano de la reconversi&oacute;n vitivin&iacute;cola, el pa&iacute;s asumi&oacute; el desaf&iacute;o de consagrarse como gran productor de tintos. Un reto que super&oacute; y le vali&oacute; un lugar dentro de la elite vitivin&iacute;cola mundial. Hoy con los vinos de color en su mejor momento muchos vuelven a apostar a los blancos con el foco puesto en la calidad que aseguran los climas fr&iacute;os de monta&ntilde;a y las nuevas regiones vitivin&iacute;colas.

 

Entonces repasemos que sucede con las cepas que prometen cambiar la historia de los blancos locales.

 

Chardonnay. Durante su &uacute;ltima visita a Mendoza, la periodista Jancis Robinson destac&oacute; las bondades de los Chardonnay argentinos, algo que tom&oacute; por sorpresa a muchos. Y no por que la industria no tenga confianza en sus blancos sino por que es habitual escuchar que Argentina es tierra de tintos. Seg&uacute;n la brit&aacute;nica estos blancos no tienen nada que envidiar a los que se producen en Europa o Estados Unidos y dispar&oacute; &ldquo;los Chardonnay argentinos j&oacute;venes ofrecen un estilo fresco y sabroso que puede competir con muchos de Francia&rdquo;. Sobre esto la industria ha dado sobradas muestras, principalmente con los vinos provenientes de la altura del Valle de Uco, donde Tupungato se erige como el terroir ideal por sus suelos pedregosos y calc&aacute;reos adem&aacute;s del clima fr&iacute;o que imprimen sus 1350 metros de altura. Es por esto que cada d&iacute;a llegan m&aacute;s Chardo de alto vuelo que se animan a medirse con los m&aacute;s encumbrados del mundo, como sucedi&oacute; recientemente con los vinos elaborados por Catena Zapata, White Bones y White Stones, en el Reino Unido.

 

Sauvignon Blanc. Es otra de las cepas que reescribe su historia desde la altura del Valle de Uco, aunque tambi&eacute;n lo hace a orillas del mar y desde los vi&ntilde;edos salte&ntilde;os. Si bien en Argentina siempre fue una cepa secundaria el &eacute;xito mundial de los Sauvignon Blanc neozelandeses y chilenos hizo que muchas bodegas le pusieron el ojo. Durante los &uacute;ltimos diez a&ntilde;os su superficie se triplic&oacute; hasta alcanzar las 2.200 hect&aacute;reas cultivadas. El estilo de los Sauvignon locales es singular, si bien el fr&iacute;o de la altura o la brisa oce&aacute;nica imprime buena tipicidad los cierto es que son m&aacute;s intensos y voluminosos que los de otras latitudes. En el mercado local marcan tendencia entre los que buscan sabores modernos mientras que en el mundo ya se hacen un espacio por su estilo novedoso.

 

Semill&oacute;n. El otrora l&iacute;der del segmento de los vinos sin color hoy pide revancha. Y lentamente la industria se la da. A diferencia de las anteriores, el Semill&oacute;n ha perdido superficie aunque a&uacute;n quedan unas 800 hect&aacute;reas cultivadas con &eacute;l. Sus vinos, de sabor et&eacute;reo y refrescante, ofrecen un estilo gastron&oacute;mico y austero que gana adeptos. Recientemente el cr&iacute;tico estadounidense James Suckling destac&oacute; algunos de Patagonia y Mendoza, dos regiones donde los en&oacute;logos han comenzado a recuperar antiguas plantaciones. Al momento el Semill&oacute;n adem&aacute;s ofrece un lugar vacante a nivel internacional ya que solo Australia lo tiene como un hito de su vitivinicultura mientras que los m&aacute;s tradiciones son los de Burdeos.

 

Riesling. Se trata de un caso curioso. Con s&oacute;lo un centenar de hect&aacute;reas ha logrado que se hable mucho de &eacute;l. El tema detr&aacute;s del Riesling es que se trata de un rey sin corona ya que sus vinos son siempre celebrados en cualquier rinc&oacute;n del planeta. En el pa&iacute;s se lo cultiva desde hace casi un siglo pero al tratarse de una cepa que gusta del frio nunca nadie apost&oacute; por ella. Sin embargo las recientes exploraciones de terru&ntilde;os fr&iacute;os permitieron obtener buenos resultados tanto en la altura como a pocos metros del oc&eacute;ano. Se la elabora en Mendoza, Patagonia, Salta y Chapadmalal. Muchos conf&iacute;an en que sus vi&ntilde;edos se multiplicar&aacute;n y en breve conoceremos mucho m&aacute;s del Riesling en el pa&iacute;s.

 

Chenin. Hablamos de otro blanco que supo llenar la copa de generaciones de argentinos. Pero el desembarco de las cepas europeas m&aacute;s encumbradas la conden&oacute; a una reducci&oacute;n bastante acelerada de sus vi&ntilde;edos. Pero as&iacute; como sucede con el Semill&oacute;n muchos en&oacute;logos le ponen una ficha y tras mejorar sus cultivo comienzan a lanzar blancos fresco y austeros que el paladar celebra.

 

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