Boom rosé

El mercado de vinos argentinos ofrece rosados fascinantes que cautivan incluso a quienes por años los despreciaron. Entérate por qué.

Alejandro Iglesias

29 de diciembre de 2016

Notas:

Aunque pasan los años siempre parece necesario explicar que los rosados son vinos que vale tener a mano. Hasta hace un tiempo muchos consumidores los esquivaban por que no tenían la mejor reputación. Luego alguien les hizo fama de vinos femeninos. Así las cosas algunas bodegas hasta decidieron dejar de elaborarlos. Sin embargo hoy marcan tendencia en todo el mundo y su demanda se sostiene durante los doce meses del año. Un cambio de hábito que llevó a los winemakers a enfocarse en su elaboración.

 

A imagen y semejanza de Provence. Ciertas regiones vitivinícolas sirven de referencia para los enólogos del mundo. Por ejemplo, a la hora de pensar en tintos existen dos parámetros indiscutibles: Burdeos si el plan es elaborar vinos intensos y Borgoña si la intensión es lograr delicadeza. En materia de burbujas el norte suele ser Champagne y para los blancos, Chablis. Como no podía ser de otro modo también existe un rincón del mundo donde los rosados se convirtieron en vinos emblemáticos. Ubicada en el sudeste de Francia, la Provence es el origen de los rosé que enamoran al mundo. Basta ver sus botellas esbeltas rellenas de un líquido rosa tenue para imaginar la delicadeza del sabor de esos vinos elaborados con Carignan, Grenache, Cinsault o Mourvedre.

Afortunadamente cada vez son más los enólogos que toman a la Provence como modelo para sus vinos rosados también en nuestro país. Solo hay que recorrer las góndolas para notar como los colores de aquellos que se producen con Malbec, Syrah o Merlot son cada día más claros y por lo tanto más delgados en paladar. Gracias a este cambio los consumidores deciden acercarse cada vez más a esta categoría de vinos versátiles y frescos.

 

Menos carácter. Si hay un factor común en los rosados más exitosos es que se trata de vinos ligeros que algunos definen como etéreos. Gustan y refrescan, sin más pretenciones. Pero en nuestro país durante algún tiempo se buscaba que sean intensos, en color y sabor. Para revertir esto las bodegas cambiaron la técnica de elaboración desde el viñedo. Por un lado cosechan antes las uvas para mantener mayor nivel de frescura natural y una menor concentración de fenoles, taninos y azúcar. En segundo lugar reducen los tiempos de maceración para que la extracción de color sea certera y no pasarse a los tonos rojizos.

 

El sabor seco es clave. Mientras estos vinos se elaboraron únicamente para satisfacer la demanda veraniega o aprovechar las sangrías de los tintos, el resultado no siempre era el mejor. Entonces, para equilibrar su sabor, se los endulzaba o dejaba azúcar residual durante la fermentación y así hacerlos más bebibles. Si bien con ciertos consumidores la técnica funcionaba no lograban enamoraban a nadie. Ante la mayor exigencia de calidad por parte de los consumidores la mayoría de los rosados actuales son versiones secas que realzan la frescura y sabores primarios, virtudes antes desvirtuadas por el dulzor. De este modo se obtienen vinos gastronómicamente versátiles que bien pueden acompañar entradas como platos principales.

 

A la frapera. Quizás parezca reiterativo pero la temperatura es clave para disfrutar un vino y en el caso de los rosados es vital. Al tratarse de vinos ligeros pero con buena acidez deben beberse fríos, idealmente entre 7 y 9 grados. Mantener esa temperatura demanda frapera o bien heladera ya que si la temperatura ambiente es elevada no tarda sentirse una acidez incómoda.

 

Rosados a la mesa. Como decimos a menudo, la clave del maridaje es la experimentación. Y con los rosados el camino de prueba-error suele generar más adeptos de lo que muchos imaginarían. La cuestión es que se trata de vinos que cumplen con la misión de algunos blancos y hasta satisfacen necesidades que cubren los tintos. Por esto mismo son buenos con carnes, verduras, quesos y otros bocados. Un maridaje típico es con quesos y fiambres, incluso cuando hay gustos intensos y hasta picantes. Los pescados suelen ir de maravillas, en especial el salmón y por eso el sushi es otra fórmula exitosa. Tartas de hongos, soufflés y hasta vegetales como espárragos y alcauciles, dos clásicos enemigos de los vinos, llegan a una tregua con el sabor de los rosé. Las pizas y las ensaladas también se pueden sumar a la lista y en cuanta a las carnes rojas habrá armonía siempre que no sean cortes de mucho carácter.

 

Cómo elegirlos. Al igual que sucede con las otras categorías es importante saber con que uvas están elaborados y en qué región. Por ejemplo, los elaborados con Malbec suelen ser muy frutales y a la vez caudalosos, mientras que los producidos son Pinot Noir son los más ligeros. Con un sabor intermedio están los de Syrah, Merlot o Cabernet Franc. Ahora, si provienen de zonas cálidas como Salta o San Juan es probable que tengan paladar más firme que aquellos elaborados con uvas de zonas frescas como Patagonia o Valle de Uco en Mendoza.

 

Una selección para aprovechar. Si sos de los que disfrutan de estos vinos no podes dejar de aprovechar las etiquetas que durante el verano estarán disponibles en nuestra tienda on line, una variedad de rosados para aprovechar en cualquier momento cuando el termómetro supere los 20 grados.

 

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