Tres platos, tres vinos: maridajes irresistibles

Un maridaje bien pensado no necesita cátedras ni corbata: basta con entender un par de reglas y tener la copa adecuada. O mejor dicho: el vino adecuado. Porque si hay algo capaz de llevar un plato al siguiente nivel es ese sorbo preciso que despierta el sabor.

Para ayudarte a lograrlo en casa, seleccionamos tres recetas disponibles en FOODIT, la plataforma donde podés encontrar miles de ideas para cocinar fácil y rico todos los días, y te proponemos sus vinos ideales.

¿La idea? Que dejes de pensar que el maridaje es ciencia de laboratorio y lo empieces a vivir como lo que es: un juego sensorial.

Estofado de carne, panceta y champiñones

Carnes largas en cocción, panceta fundente, hongos jugosos. Un plato que habla en voz baja pero dice mucho. Para bancarse ese nivel de intensidad, el vino necesita estructura y carácter. Pensá en un Malbec con paso por barrica, un Cabernet Sauvignon jugoso o incluso un blend con algo de Syrah.

Lo importante acá es acompañar la textura y la profundidad del estofado con un tinto que no se quede corto. Si tiene algo de evolución, mejor: los taninos pulidos armonizan con la cremosidad de la cocción lenta y los toques terrosos de los champiñones.

Si lo acompañás con puré de papas, podés incluso subir la apuesta con un Bonarda de perfil maduro o un Petit Verdot para sumar un toque floral que contraste.

La carbonada de Dolli Irigoyen

Zapallo, maíz, carne, fruta, dulzor y especias: la carbonada es una fiesta de texturas y sabores. ¿Y el vino? Tiene que estar a la altura, pero sin opacar la escena. Acá entra el Cabernet Franc: con su cuerpo medio, su carácter herbáceo y su fruta roja, acompaña la receta con gracia y sin hacerse el protagonista.

Otra opción deliciosa es un Pinot Noir del sur argentino, que con su frescura y ligereza permite que cada bocado se exprese con libertad. ¿Un blend criollo? También vale: si tiene frescura, acidez y algo de jugosidad, puede ser el comodín perfecto para platos de olla con ingredientes dulzones.

Evitá vinos con demasiada madera o alcohol elevado: la carbonada ya tiene dulzor propio, y si el vino suma más azúcar o calor, el equilibrio se rompe.

Sopa crema de brócoli y manzana verde

Este plato, tan simple como sabroso, tiene un perfil vegetal, cremoso y con una acidez amable que aporta la manzana. Para maridarlo, buscá un blanco con tensión, frescura y aromas que conversen con el brócoli sin pelearse.

Un Sauvignon Blanc es la opción evidente, pero no la única. Un Chenin Blanc seco con buena acidez o incluso un Chardonnay sin madera pueden jugar en esta cancha. También podés animarte con un espumoso Brut Nature: las burbujas cortan la crema, y el frescor potencia el lado más vibrante del plato.

Si la sopa tiene un toque de curry o jengibre, un Riesling seco o un Gewürztraminer (sí, ese que nunca sabés cuándo abrir) pueden ser los héroes inesperados.

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Porque si hay algo mejor que un buen vino, es un buen vino servido con el plato perfecto.