Vino congelado, ¿qué hacemos?

Que una botella de vino termine congelada en el freezer es un accidente que puede sucederle a cualquiera. Ya sea por descuido o simplemente por no calcular bien los tiempos, más de uno ha encontrado su vino convertido en un bloque de hielo. Pero, ¿qué hacer cuando esto ocurre? Y sobre todo, ¿es recomendable congelar el vino?

El escenario es común: tenés una cena, estás cocinando, y de repente te acordás que el vino no está lo suficientemente frío. Sin pensarlo demasiado, lo metes en el freezer, con la firme intención de sacarlo en unos 30 minutos. ¿Pero quién pone una alarma para esto? Al final, nos distraemos con los preparativos, y cuando volvemos al congelador, el vino ha pasado de fresco a congelado.

Lo primero que necesitas saber es que, aunque el vino es un alimento que puede congelarse, no debería congelarse. Esto se debe a que su composición química cambia durante el proceso de congelación, lo que afecta su sabor y textura cuando se descongela. El vino está compuesto principalmente de agua (más del 80%), junto con alcohol y una mezcla de compuestos que le dan su carácter único. Como el contenido de alcohol es relativamente bajo (comparado con los licores), el vino se congela mucho más rápido. En aproximadamente una hora, tu Malbec o Chardonnay puede estar completamente congelado.

Cuando el vino se congela, el agua y los sólidos disueltos se separan, lo que altera la estructura química. Los tartratos, por ejemplo, se cristalizan y otros componentes se polimerizan, y aunque se mezclan de nuevo al descongelarse, no regresan al equilibrio original. Esto es más visible en los vinos blancos, donde pueden aparecer pequeños cristales o partículas flotando que antes no estaban presentes. El resultado: el vino ya no es el mismo. Aunque podemos consumirlo, nunca será lo que supo ser.

¿Y los espumosos?

Lo vinos con burbujas puede ser lo más peligroso ante esta situación. Cunado un líquido se congela se expande y al existir gas en la botella la presión aumenta. El resultado suele ser una explosión de modo que el freezer no solo queda lleno de vino espumoso congelado, también de fragmentos de vidrio que pueden ser muy peligrosos.

Pero si zafamos de la rotura del vidrio con encontraremos con una botella difícil de abrir, por un lado el tapón se adhiere más al vidrio y por otro la falta de potencia en el gas impide el impulso del corcho. Es más, hasta no estar del todo descongelado el espumoso será una bebida intermitentemente efervescente.

¿Y qué hacemos con un vino congelado?

Cuando te das cuenta de que el vino está congelado, lo peor es intentar descongelarlo rápidamente con agua caliente. Esto no solo no funciona, sino que puede causar un choque térmico y romper la botella. En su lugar, lo mejor es sumergir la botella en agua fresca y dejar que el proceso ocurra de manera gradual. Otra opción es pasarlo del congelador a la puerta de la heladera, lo que permitirá que se descongele lentamente.

Y si bien el vino descongelado puede no tener el mismo sabor que tenía originalmente, no está todo perdido. Puedes usarlo para cocinar o incluso experimentar con cócteles, dándole una segunda vida.

Cómo enfriar un vino correctamente

Para evitar futuros accidentes, la clave está en enfriar el vino de la manera correcta. Si tienes una cava, asegúrate de ajustar la temperatura al nivel adecuado para el tipo de vino que vayas a servir. Para tintos, puedes trasladarlos al área de blancos un par de horas antes de la cena.

Si utilizas la heladera, un par de horas es suficiente para enfriar un vino blanco. Pero la opción más rápida y efectiva sigue siendo una frapera con hielo y agua. En unos 15 minutos tendrás un tinto en la temperatura ideal, y en media hora, un blanco estará perfecto.

En resumen, si se te congela el vino, paciencia. Hacete la idea que vas a necesitar una segunda botella, y ojalá que la experiencia sirva de lección.