¿Qué pasa si el vino no está bien?

Elegir un vino en un restaurante puede resultar un desafío, especialmente cuando la carta de vinos es extensa y el grupo de comensales tiene gustos diversos. Sin embargo, con algunos consejos prácticos, es posible convertir este momento en una experiencia placentera y sin tensiones.

Aprovecha la guía del sommelier

Si el restaurante cuenta con un sommelier, no dudes en aprovechar su experiencia. Son profesionales que conocen a fondo la selección de vinos de la casa y pueden sugerir opciones que se adapten a tu presupuesto y al maridaje con los platos elegidos. No tengas miedo de compartirle tus preferencias y estar abierto a probar algo nuevo. Un buen sommelier te va a guiar hacia etiquetas que podrían sorprenderte y desafiar tu paladar.

En caso de que el restaurante no tenga sommelier, lo ideal es optar por vinos que sean conocidos por su versatilidad. No dudes de apuntar al “viejo conocido”.

De todos modos, analizar la carta de vinos con detenimiento es esencial. Observa no solo las opciones más conocidas, sino también las etiquetas de regiones emergentes que podrían ofrecer excelente calidad a precios razonables. Si no encuentras referencias conocidas, busca cepas que te gustan.

Degustación inicial: tu momento de evaluación

Cuando el vino llega a la mesa, el encargado del servicio suele abrir la botella y ofrecer una degustación a quien hizo el pedido. Este paso es más que un simple ritual: es la oportunidad para verificar que el vino esté en buen estado. Al probarlo, presta atención a aromas indeseados como humedad o cartón mojado, que son indicios de algunos defectos conocidos. De todos modos, no dejes de recordar que menos del 5% de los vinos pueden estar defectuosos y la gente del restaurante nunca te va a servir un vino que no esté en condiciones.

¿Qué hacer si el vino no está bien?

Si detectas que el vino tiene algún defecto, no tengas miedo de comunicarlo. Generalmente, te cambiarán la botella sin problemas. En caso de que el vino no esté defectuoso, pero no sea de tu agrado, la decisión final podría quedar a cargo del restaurante. Sin embargo, suelen priorizar tu disfrute y podrían proponerte otro vino para que no rebote dos veces la misma etiqueta.

Experiencias singulares

A veces, pedir un vino resulta una situación inesperada. Recuerdo una cena en Rioja, España, donde un amigo, gran conocedor de vinos, pidió una botella de más de 60 años de antigüedad. La sommelier abrió la botella con maestría y la probó junto con él. Aunque bebible, el vino no estaba en su mejor estado. Nos sirvió una copa y pudimos comprobarlo. Para nuestra sorpresa estábamos sentados en un gran restaurante con un vino imposible. Internamente no podía creer que íbamos a comer con ese vino.

Pero la cosa no quedó ahí, en realidad, nos compartieron el vino para que no nos quedemos con las ganas de experimentarlo mientras ella buscaba una segunda botella de la misma etiqueta, pero treinta años más joven. Esta vez el vino era perfecto, y la sommelier explicó: “Mi misión es que los comensales disfruten y se vayan felices. Jamás dejaría que alguien pague por un vino defectuoso”. ¡Ah! Solo nos cobraron la segunda botella, aunque nuestro amigo experto le propuso pagar la primera en un par de oportunidades. No me quedé sin ganas de entender porque pagaría una botella en mal estado, y me dijo: “probar estos vinos añejos siempre implica un riesgo y si no lo pagas los restaurantes jamás los guardarían. Pero jamás me cobraron un vino en más estado, sea nuevo o con cincuenta años”.

Disfrutar un buen vino debe ser eso: disfrute. Ante todo, la moderación es clave para valorar cada sorbo y cada momento compartido en la mesa. Saborear el vino con responsabilidad asegura que la ocasión sea memorable y placentera para todos.