Bonarda lovers, esta es su semana
Conquista copas con frescura y autenticidad.
Mientras que el Malbec se lleva los flashes, hay otra cepa que siempre estuvo en la mesa argentina, esperando su momento para brillar. Hablamos de la Bonarda. De hecho, en cuanto a superficie, es la segunda variedad tinta más plantada del país, solo detrás del Malbec. Curiosamente, hasta fines del siglo XX la Bonarda cubría más viñedos que el propio Malbec.
Es hora de que esta vieja conocida de los paladares argentinos cuente su historia y demuestre por qué celebramos la Semana de la Bonarda – la primera semana de agosto – para rendirle homenaje.
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Orígenes: de inmigrante italiana a alma criolla
La Bonarda llegó con los inmigrantes europeos a fines del siglo XIX y se adaptó al clima seco y cálido de Mendoza y San Juan. Durante décadas fue el corazón de los vinos de mesa locales: una uva rendidora, fácil de cultivar y adorada por los productores para elaborar tintos suaves y afrutados que se bebían a diario en cada rincón del país. Por mucho tiempo todos juraban que era la misma Bonarda italiana, hasta que en 2009 la ciencia dio un giro dramático al revelar que nuestra Bonarda es en realidad francesa. Se trata del Corbeau Noir, también conocida como Charbono, originaria de Saboya. ¿La reacción? Un encogimiento de hombros colectivo – después de más de un siglo aclimatada en suelos cuyanos, la Bonarda es tan argentina como un buen asado. Hoy la llamamos con orgullo Bonarda Argentina, habiendo desarrollado un carácter único y diferente de su pariente europea.
Evolución: del vino común al tesoro escondido
Con el cambio de milenio, mientras el Malbec conquistaba el mundo, la Bonarda empezó a reinventarse en casa. A comienzos del siglo XXI algunas bodegas decidieron reducir sus altos rindes y elaborar los primeros Bonarda de alta gama, elevando su calidad y reconocimiento. De ser relegada a cortes y volumen, pasó a protagonizar varietales sorprendentes. Ya no era solo la uva para “vino de todos los días”: ahora aspiraba a ser la compañera de altura del Malbec. Y vaya si lo logró – en los últimos años la Bonarda se ganó el respeto de los consumidores, demostrando que puede dar vinos de gran calidad y personalidad sin perder su espíritu amable.
Bonarda vs. Malbec (y ese invitado llamado Cabernet Franc)
En la década de 1980 hubo más Bonarda que Malbec en nuestros viñedos – ironías del destino – hasta que el boom del Malbec invirtió la balanza. Hoy Malbec es la estrella internacional y el Cabernet Franc seduce a enófilos curiosos, pero la Bonarda permanece como el héroe anónimo del vino argentino. Adaptable y resiliente, bien plantada en las regiones cálidas donde otras cepas sufren, la Bonarda sigue aportando su impronta en blends (¿quién no probó un Malbec-Bonarda jugoso?) y brilla sola en tintos modernos. Hay quienes sugieren que la Bonarda podría ser al Malbec lo que el Gamay al Pinot Noir – una versión más ligera, fresca y desenfadada junto a una cepa emblemática más intensa. En otras palabras, la Bonarda ofrece al paladar algo distinto sin dejar de ser 100% argentina.
Maridajes: compañera todoterreno
Si algo tiene de irreverente la Bonarda, es que no le teme a casi ninguna comida. Su perfil frutado y cuerpo medio le dan una versatilidad gastronómica difícil de igualar.
Algunas combinaciones para lucirse:
Pastas y pizzas con salsa de tomate: la acidez del tomate encuentra equilibrio en la frescura de la Bonarda. ¿Un plato? Unos pappardelle con bolognesa casera o una pizza Margarita bien aromática.
Carnes asadas, guisos y empanadas: por su suavidad, la Bonarda acompaña desde un asado jugoso hasta guisos de cocción lenta y las clásicas empanadas criollas. Un tinto dócil que realza sin invadir.
Quesos semiduros y charcutería: provoleta a la parrilla, queso de campo, salames y jamón crudo – la Bonarda limpia el paladar entre bocado y bocado, y sus taninos amables no opacan los sabores.
¿Y por qué no? Probá una Bonarda joven ligeramente refrescada con sushi, su baja astringencia puede darte una grata sorpresa (así de versátil es esta uva). En síntesis, la Bonarda es un comodín que va bien con lo simple y lo gourmet, perfecta para amantes de la buena vida que disfrutan experimentando con maridajes.
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