Conocé a nuestros sommeliers: Vero Gurisatti
Pasión por el vino, maridajes que emocionan y brindis con los suyos
La historia de Vero con el vino no empieza en una cava ni en una finca mendocina. Empieza en una copa servida en el restaurante El Beso, donde trabajaba a fines de los 90. Era un Estiba Reservada de Catena Zapata 1998. Lo probó, se sorprendió, y no hubo vuelta atrás: “Me enamoré de su elegancia y sofisticación. No sabía que en mi país existía un vino tan rico y complejo”, recuerda. Así nació una vocación que ya lleva más de 25 años, “ese día decidí estudiar en serio”.
Un año más tarde se inscribía en la flamante Escuela Argentina de Sommeliers, fundada por Marina Beltrame. En 2000 se recibía como parte de la primera camada de sommeliers del país. Desde entonces, no paró de crecer.
Hoy suma 25 años en la industria del vino, con una trayectoria que combina conocimiento, sensibilidad y vocación por enseñar. En BONVIVIR —donde trabaja desde hace 15 años— forma parte del panel de cata que elige a ciegas los vinos para los socios, sugiere maridajes, capacita al equipo de ventas y atención, y visita bodegas para crear cortes exclusivos junto a enólogos y colegas.
También es docente en el Instituto Gato Dumas desde hace 7 años, donde dicta materias como Introducción a la Sommellerie, Productos Gourmet y Maridajes, y lidera cursos introductorios para quienes se animan a descubrir el mundo del vino.
Y si la querés ver en acción, podés pasar por el restaurante Casa Aristóbulo, donde desde hace 14 años es responsable del salón: allí se ocupa del servicio, la carta de vinos y de hacer que cada experiencia valga la pena.
“El vino te obliga a seguir aprendiendo todo el tiempo. Los productores no se conforman, siempre van por más. Y eso te empuja a crecer”, dice Vero. Su maridaje preferido lo demuestra: sushi con espumantes. “Las burbujas potencian la delicadeza del sashimi y multiplican la frescura. Es un lujazo”.
¿Y su brindis más especial? “Con mis amigos, con mi hijo y con mi mamá. Siempre mirándonos a los ojos. Ese es mi ritual”.
Su pronóstico para el futuro del vino es tan optimista como ella: “El vino va a seguir creciendo, con nuevas técnicas y estilos, pero cada vez más enfocado en el terroir, en la identidad del lugar. Eso le da valor, diversidad, sentido”.
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