Ficha técnica
La bodega
Chañarmuyo contaba menos de 100 almas y estaba en una lista de pueblos en extinción. Casas de adobe abandonadas, “viejos” criando a nietos. Los jóvenes marchando al sur al petróleo cada tanto enviaban dinero y volvían cuando podían para ver a sus hijos crecidos. El gran historiador Don Félix Luna me contó que en 1905 hubo una “guerra” entre Pituil y Chañarmuyo por el agua. Cruenta, sin embargo de vital importancia. Desierto a más de 1700 metros de altura. Acá el agua lo es todo.
Arrancamos a finales de 2001. Siempre creímos, soñamos, apostamos. Aunque a veces nos sentimos vencidos, nunca bajamos los brazos. El pueblo quintuplicó su población y los jóvenes de Chañarmuyo volvieron. Y se afincaron formando familias, criando sus niños, educándolos. Crecieron creyendo y también apostando. Se cumplió un sueño, con paciencia y humildad. El trabajo era grande y no daba para aflojar. Y en el vino éramos nuevos, en un nuevo lugar. Debíamos aprender mucho, de los mejores. Y a los mejores contratamos.
Hoy somos una “compañía”, sin pensar por un momento en abandonar nuestra filosofía de sentirnos parte de la comunidad y protagonistas de un sueño. Hemos consagrado el trabajo como formidable vehículo formativo y de realización personal. Trabajo, inversión y virtud humana es la fórmula. En respeto y armonía con nuestro alrededor. Aprendiendo de los mejores, pero exigiéndonos. Creyendo y pidiendo a Dios todos los días nos ilumine para ser un poco mejores. En cada momento dando gracias, siempre.
Tenemos muy buenos vinos, algunos piensan que son de los mejores en su segmento. Y estamos en muchos mercados del mundo. Desde Chañarmuyo. Desde hace menos de 10 años. Desde cero, vinos de alta gama. A veces pienso, hay que ser un poco locos, pero coherentes, siempre.
En el vino, Argentina tiene mucho para mostrar. Y La Rioja en particular. Y nosotros desde este bendito terroir. ¡El techo es alto, gracias a Dios!
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