Día del Amigo: ideas originales
Celebrá con buen gusto, risas y copas.
Cada 20 de julio surge el mismo dilema: ¿hacemos algo tranquilo o caemos, otra vez, en la juntada con empanadas de delivery y cerveza comprada a último momento?
Si tus amistades son de las que celebran la buena vida con una copa en la mano, este puede ser el año en que el brindis se convierta en protagonista del Día del Amigo.
Te compartimos cinco ideas originales para convertir la juntada en una verdadera celebración sensorial. De esas que se recuerdan y se convierten en anécdota.
Cata a ciegas
Cada uno trae una botella, se cubren las etiquetas con papel o fundas oscuras, y se sirven en ronda. Nadie sabe qué está tomando, pero todos creen que pueden adivinarlo. Y ahí empieza la magia: aromas que desconciertan, debates acalorados, egos que tiemblan. Lo más divertido no es acertar, sino ver cómo se derrumban las certezas cuando alguien confunde un blend con un Malbec. Solo necesitás copas idénticas, papel para notas y un grupo dispuesto a reírse de sí mismo.
Cata vertical
Bastan tres (o más) añadas del mismo vino para montar una experiencia que revela cómo una etiqueta evoluciona con los años. La acidez que se afina, los taninos que se redondean, el color que vira lentamente. Es una experiencia ideal para compartir con amigos que tengan botellas guardadas o que sepan dónde encontrarlas. Si además alguno conoce las diferencias de cada cosecha, el plan se eleva a nivel experto.
Cena con maridaje
Hay amistades que se gestan en la sobremesa, y otras que se consagran en una cena con buenos descorches. Diseñar un menú temático con vinos pensados para cada paso puede ser una obra de arte colectiva. Se puede elegir una región, un estilo de cocina, o incluso algo más libre como “platos que representan a cada integrante del grupo”.
Con un poco de coordinación, no hace falta que nadie se esclavice en la cocina. Basta con ganas, organización, y ese amigo que siempre pone copas lindas.
Cata de whiskies
Para quienes disfrutan explorar más allá del vino, una cata de whiskies puede abrir un universo de sabores y anécdotas. Escoceses turbados, bourbons cremosos, japoneses minimalistas. Cuatro o cinco etiquetas bastan para dar la vuelta al mundo en vaso corto. La idea es probar, comparar, y dejarse llevar.
No hace falta saber mucho: con tener hielo, agua, frutos secos y algo de pan, la experiencia se arma sola. Lo importante es compartir el descubrimiento. Y, claro, recordar que el whisky también se escucha: ese silencio respetuoso después de un buen trago vale más que mil reseñas.
Clase de coctelería
Si el grupo es más inquieto, una clase de coctelería casera puede ser el plan estrella. Ya sea contratando un bartender o siguiendo un tutorial con estilo, preparar tres o cuatro cócteles clásicos es excusa suficiente para soltar la rutina y liberar al bartender interior.
Gin tonics con pepino, negronis balanceados, spritz que no parezcan soda. Los ingredientes se consiguen fácil, y las risas están garantizadas. Porque en el fondo, de eso se trata: de jugar, probar y brindar con alegría.
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