Viticultura sustentable

Por Alejandro Iglesias, sommelier AAS*

No es novedad que el planeta está cambiando y lo continuará haciendo. Así temas como el calentamiento global y el cambio climático han copado la primera plana hasta convertirse en tema ineludible de sus habitantes que lentamente parecen tomar conciencia del impacto que esto genera. Con este escenario algunas industrias comenzaron a demostrar su interés (y preocupación) al respecto, principalmente aquellas que dependen de los recursos naturales. Entre estas lógicamente se encuentra la vitivinicultura que mientras observa cómo su hábitat de trabajo cambia, da muestras de su interés por colaborar con la preservación del medio ambiente.

En este sentido términos como viticultura orgánica, vitivinicultura sustentable y biodinámica son temas instalados en esta industria que intenta minimizar su impacto sobre el ecosistema. Hoy vamos a conocer de qué se trata esto de los vinos y sustentabilidad.

La viticultura sustentable busca la convivencia en armonía con el medio a partir de la minimización del impacto que las diversas actividades en el viñedo pueden tener sobre el mismo. Para lo que es necesaria la implementación de técnicas no invasivas y el uso de la mayor cantidad de recursos naturales del hábitat de modo de asegurar su reproducción.
Para hacer esto posible es vital contar con mucha información respecto del lugar de trabajo a fin de saber con qué recursos se cuenta, cómo reemplazar aquellos con los que no se cuenta y encontrar alternativas naturales a estas carencias. Por lo tanto será imprescindible un meticuloso estudio del terruño, que actualmente se logra mediante la aplicación de la Agricultura de Precisión, un método que aplica todos los recursos tecnológicos posibles a fin de obtener la mayor cantidad de información necesaria. Para esto se utilizan imágenes satelitales del viñedo que permiten identificar los diferentes grados de vigor de las plantas así como también monitorear cualquier alteración que pueda poner en riesgo el cultivo. Es así que se pueden tomar decisiones más precisas para el control de plagas, el riego, los tiempos de cosecha y demás labores que puedan ser necesarias en la viña.
Otras herramientas permiten medir el grado de hidratación de las plantas, su nivel de nutrientes, a las que se deben sumar análisis del suelo para evaluar el impacto climático sobre el terruño.

Con toda esta información el viticultor podrá escoger entre las diversas alternativas naturales para asegurar la sanidad del viñedo, realizar un uso moderado del agua así como también aplicar los nutrientes y fertilizantes necesarios a partir de recursos naturales.

En este último punto, la fertilización, es vital que no se utilicen productos químicos y en su lugar aprovechar aquellos producidos a partir de materia orgánica que sin dudas es el mejor a la hora de beneficiar a las microrganismos del suelo.

Hoy los viñedos argentinos, gracias a su ubicación, gozan de muchas virtudes para el desarrollo de este tipo de cultivo, debido al clima seco que impera en sus áreas vitícolas. A esto se suma la distancia que separa a los polos productores de las grandes ciudades y por ende de la polución y contaminación que estos centros urbanos generan. Y claro está que la calidad del agua utilizada en el país, procedente del deshielo de la Cordillera de los Andes, asegura una pureza única del recurso.
Sin embargo estas prácticas aún están en implementación en la industria del vino local, mientras que en otros países ya son algo así como obligatorias. Igualmente es alentador observar cómo cada día son más las bodegas que se suman a esta tendencia en pos del cuidado del terroir.

Entre los otros métodos de cultivo próximamente abordaremos la viticultura orgánica y una de las más polémicas de todas las prácticas enológicas, la biodinámica.

*miembro de la Asociación Argentina de Sommeliers

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