Trabajando por el vino

Entrevista a Mauricio Lorca.

Alejandro Iglesias

11 de mayo de 2012

Notas:

Por Alejandro Iglesias, sommelier*

Mauricio Lorca forma parte de una generación de enólogos que afrontó el desafío de continuar el trabajo de grandes talentos en el momento en que Argentina comenzaba a presentarse al mundo. En su carrera se enumeran varias de las bodegas más importantes del país aunque de adolescente su sueño era estudiar medicina.
Por suerte la vida lo llevó al mundo del vino, de donde nunca se alejó, hasta convertirse en un enólogo-empresario que cuenta con bodega propia mientras también asesora a una gran cantidad de bodegas que demandan su estilo.
Trabajador empedernido y eterno aprendiz es una buena forma de presentarlo pero si querés conocerlo mejor leé este reportaje a una de las figuras más sobresalientes de la escena vitivinícola argentina.

¿Cómo descubriste que querías ser enólogo?

Soy nacido en Rivadavia (Mendoza) y si bien respiraba vino todos los días y en todas partes, mi sueño siempre había sido estudiar medicina. Pero un buen día, de los mejores de mi vida, un grupo de la Facultad de Enología Don Bosco llegó a la escuela técnica de Junín donde me encontraba cursando el último año de Química para hacer una presentación de la carrera de Enología e Industria Frutihortícola.
Quedé inmediatamente maravillado ante las posibilidades de hacer vino, caminar por los viñedos, estar en el laboratorio y todo lo que nos contaban.
Ese mismo día llegué a casa decidido a cambiar el curso de mi vida y cambiar el delantal blanco por la enología. En un principio mi mamá no quiso saber nada, pero vio tanta la ilusión en mí que finalmente me apoyó.

¿Cuándo fue la primera vez que trabajaste para una bodega?

Mi primer trabajo se lo debo a uno de los grandes enólogos argentinos, Mariano Di Paola. En aquella época Mariano era mi profesor de Enología en el 3° año de la facultad y había hablado con él para que me ayudara a conseguir algún trabajo y así aplicar un poco lo que estudiaba. Un día me llamó y me dijo tengo un puesto para vos en La Antonia, una bodega del Grupo Catena donde hacían vinos tintos. Sin dudarlo acepte y pasé esa temporada trabajando en el laboratorio como colaborador del mismo Di Paola.
De ese trabajo jamás voy a olvidar una anécdota que me marcó en lo profesional. El día que estaba por comenzar Mariano me presentó a Pedro Marchesky quien sin saludarme me mandó a revisar y lavar todas las piletas de la bodega. Aunque suene raro hoy agradezco haber comenzado de ese modo mi carrera y sin dudas fue una gran lección de vida. Luego tendría la oportunidad de quedar trabajando en el grupo pero fue en Bodega Esmeralda donde conocí a José Pepe Galante, Jaques Lurton y Paul Hobbs, tres genios de la enología. Todo esto era más de lo que jamás había soñado, imaginate aprender de estos genios, con Mariano y Pepe como tutores.

Entiendo que pasaste por varias otras bodegas, ¿donde sentís que aprendiste más?
De todas aprendí mucho, cada trabajo fue una formación muy importante en mi carrera.
Catena fue una oportunidad tremenda. Di Paola, Galante, Marchesky, los consultores, aprendí muchísimo de ellos y dudo que sean conscientes de cuánto me enseñaron. Pasaba mucho tiempo en la bodega metido en todo lo que podía para no dejar pasar detalle. Fue donde di mis primeros pasos y los más ricos en términos enológicos.
Luego en Luigi Bosca tuve mi primera experiencia al frente de una bodega con todo el apoyo de la familia Arizu, a quienes estoy enormemente agradecido. Confiaron en un niño de 24 años y me dieron la oportunidad de demostrar que podía llevar adelante su bodega. Recuerdo mis charlas con Raúl Arizu quien todo el tiempo me daba consejos de cómo llevar las cosas, cómo hacer los cortes y mil cosas más. Alberto Arizu me contagió su visión de la calidad y la perfección. Mi paso por esta empresa me dejó preparado para lo que sea, ya que fue una gran responsabilidad a una edad muy temprana.
En Finca La Celia entendí bien el negocio del vino. Cómo se hacían los números y cómo debíamos trabajar los enólogos para que las empresas fueran rentables. Mis primeros viajes al exterior fueron con esta empresa y así tuve la oportunidad de entender mejor por qué un comprador elegía un vino en vez de otro y cómo jugaba el rol de la calidad/precio.
Como conclusión, todos los trabajo que tuve fueron excelentes y en todos me nutrí de cosas que me ayudaron a formar mi propio concepto del mundo del vino. Hoy puedo decir que gracias a todas estas personas disfruto de levantarme todos los días e ir a trabajar a los viñedos y la bodega. No me imagino haciendo otra cosa.

¿Qué te hizo decidir el comienzo de tu propio camino?

Era un sueño desde la época de estudiante. La decisión la tomé cuando vi que el negocio era viable y tenía condiciones personales para hacerlo. Recuerdo el día que lo hablamos con Brenda y me dio el apoyo de dejar la relación de dependencia y lanzarnos al vacío a ver qué pasaba. Fue muy importante ya que sin ese apoyo no hubiera podido.
Siempre hay un factor determinante para que las cosas salgan bien. En mi caso vale la pena intentar aquello en lo que creés. Yo decía: “Si tengo capacidad de trabajo y más o menos ya aprendí… qué puede ser lo peor, ¿volver donde estaba?”. Por eso me decidí, ya que no veía más riesgo que intentarlo.
Una vez que di el salto los planetas se iban alineando, las cosas fluían y así fue que conocí a Enrique Foster con quien armamos una relación extraordinaria y hoy puedo decir que somos grandes amigos. Sin la ayuda y confianza de él no habría crecido tanto. Otra persona con la que me siento muy agradecido es con Leonardo Spadone de San Huberto quien me ayudó mucho dándome trabajo y confianza en ese momento, cuando me lancé como empresario.

¿Qué te diferencia del resto de tus colegas?

Es muy difícil imaginar una diferencia cuando en realidad a todos nos une el vino. Tengo un modo propio de trabajo que me define pero no sé si me diferencia. Mi estilo es el de respetar las características del cepaje y del terruño, no me gusta ser interventor del vino. Lo que trato de decir es que si la naturaleza nos da algo bueno… para qué cambiarlo. Como filosofía busco la calidad del vino en el viñedo y luego en bodega, la idea es no modificar eso que tanto costó producir en el campo. El vino transmite cultura y costumbres de una región y un país, entonces para mí lo más importante es representar claramente estos vinos puros, genuinos, sin agregados. Es decir, que sean fieles exponentes del lugar y la variedad.

Siempre se habla de que sos un enólogo audaz y un ejemplo es Ópalo (su vino top sin madera), ¿cómo nació la idea?

Ópalo fue una apuesta muy grande; lanzar al mercado un vino diferente que no tenga madera realmente costó mucho al principio. La idea nació de sucesivos ensayos que venía haciendo, de embotellar vinos sin crianza buscando la verdadera expresión de la fruta.
El viñedo fue concebido para eso: alta densidad de plantación, orientación sureste noroeste y otros detalles constructivos que enfocaban todo a lograr más fruta y tipicidad varietal.
Recuerdo que en los años 2000, 2001 hasta el 2003 nos pedían más fruta desde afuera, era como que el vino argentino no tenía la expresión varietal buscada. Entonces me enfoqué en buscar eso y así nació Ópalo.
Creo que si podemos manejar el rendimiento, la irrigación, la exposición solar y punto de cosecha por qué no desarrollar algo que a otros países les costaría horrores. Hay una gran fortaleza en este tipo de vinos.

¿Cuál pensás que fue otro momento audaz en tu carrera?

Haber tomado la decisión de lanzarme al proyecto personal sin miedo al fracaso. Una noche dos perso

nas que comenzaron como clientes y ahora son amigos, Oscar Cremasco y Carlos Pablovich, me dijeron: “Lo más difícil de todo en tomar la decisión y si querés crecer no le tengas miedo a los ceros”. Ahí estuvo la audacia cuando había que comprar botellas para hacer los primeros fraccionamientos, los números eran enormes y había que embotellar, entonces me acordaba que no debía tener miedo y avanzar.

Hoy con un proyecto propio de 10 años, ¿qué balance hacés y qué proyectos aún quedan por encarar?
El balance es extremadamente positivo, mucho más de lo que podía imaginar cuando comencé. Si bien puedo mirar atrás y ver un largo camino recorrido, lo importante es lo que queda por recorrer.
De estos años rescato mucho principalmente el grupo de gente que me acompaña cada día en el desarrollo del negocio. El hecho de que me hayan creído y se hayan sumado me hace muy feliz.
Todavía no tengo idea de hacia dónde vamos con todo esto pero seguimos viento en popa. Estamos creciendo y seguimos desarrollando nuevos mercados. Si todo sigue así, personalmente siento que estamos haciendo una gran contribución a nuestro país posicionando la marca “Argentina” en muchos lugares en que ni siquiera saben en qué parte del mudo estamos.

¿Cómo imaginás el futuro de Mauricio Lorca?
Trabajando duro en busca de la perfección y la mejora continua. Siempre pienso en cómo me voy a retirar pero al final del día me doy cuenta que lo mío es trabajar y emprender por mi familia y la gente con la que trabajo.

*Miembro de la Asociación Argentina de Sommeliers. (www.aasommeliers.com.ar)

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