Tempranillo, el alma ibérica.

Una cepa que continúa brindando vinos excepcionales incluso lejos de la Península.

Alejandro Iglesias

28 de diciembre de 2010

Notas:

Por Alejandro Iglesias, sommelier AAS.

 

La Tempranillo parece ser tan vieja como la historia misma y sobran testimonios para asegurar que desde su tierra natal, España, ha encantado los paladares durante siglos. Es por esto que hoy lejos de perder vigencia continúa brindando vinos de calidad excepcional incluso lejos de la Península.

 

Es imposible no pensar en la Madre Patria cuando nos mencionan la Tempranillo y esto se debe a su presencia en la Península Ibérica desde antes que se llame España. Así es, ya los romanos la conocían y fueron los encargados de nombrarla, al verla madurar más temprano que el resto de las tintas de la región.

 

Por otra parte, a diferencia de muchas variedades de vitis vinisfera que llegaron a Europa desde tierras muy lejanas, la Tempranillo es una cepa indígena de la región de Rioja desde donde aún hoy maravilla al mundo con los vinos que la hicieron famosa.
Pero no solamente demostrará su talento en los viñedos riojanos sino que toda España la adoptará como bandera de su vitivinicultura; su sola mención es un sello de calidad. De este modo la encontraremos en numerosas regiones del país hispano bajo diferentes denominaciones o nombres. Más allá de las menciones, nadie podrá esconder su carácter e identidad que la han llevado a lo más alto de la elite de los vinos del planeta.
Sin duda los más clásicos y destacados exponentes son oriundos de las denominaciones de origen Rioja y Ribera del Duero, donde nacen varias de las etiquetas más costosas y preciadas de España, por las que se pueden llegar a pagar cientos de euros.
En suelo ibérico los tempranillos más clásicos suelen recibir largas crianzas en barricas que los convierten en vinos de color rojo rubí tenue, con aromas complejos donde los frutos rojos se destacan junto al tabaco y el cuero. En boca son dóciles, sedosos y firmes con un final prolongado y elegante. Pero actualmente también existe un estilo más moderno que reduce considerablemente el tiempo de crianza y logra vinos concentrados, intensos y carnosos que mantienen vigentes los aromas y sabores típicos de la variedad junto a un perfil más alineado con el New World Style. Dos estilos muy diferentes pero que claramente demuestran la calidad de este cepaje para lograr grandes vinos de nivel internacional.

 

Fuera de España se la puede encontrar en varios viñedos. El ejemplo más cercano a su tierra natal es Portugal, donde se la conoce como Tinta Roriz y forma parte de la receta tradicional de los grandes vinos de Oporto.
Fuera de Europa las diferentes oleadas migratorias de españoles por el mundo la han llevado a los rincones menos imaginados del planeta y hasta en República Dominicana existen registros de viñedos con Tempranillo.

 

Pero si existe un país que supo cobijarla como se lo merecía, ese fue Argentina. Como tantas otras cepas llegó a nuestro país a fines del siglo XIX de la mano de los inmigrantes. Al tratarse de una variedad amante de los viñedos de altura con climas frescos y secos, Mendoza pronto se convertiría en su segundo hogar donde las bajas temperaturas de la noche la ayudarían a adaptarse correctamente. Más tarde la labor del hombre se encargarían de dar origen a sabrosos vinos que nada tienen que envidiarle a los obtenidos en España, debido al carácter propio que imprime el terroir cuyano en ellos.
Esta extraordinaria calidad sería la responsable de ubicar al Tempranillo entre los vinos preferidos de nuestro mercado gracias a su capacidad de adaptación a la dieta local y los platos más característicos de la mesa argentina. Preferencia que se vería amenazada por el auge del Malbec pero que jamás atentaría contra la mejora constante en la calidad de sus vinos.

 

Actualmente son muchos los bodegueros y enólogos que continúan investigando o implantándola en nuevos terroirs en la búsqueda constante de la mejor calidad. De este modo nació Tempus Tempranillo 2007, de la mano de la familia Biondolillo, incansables trabajadores del viñedo que lograron conservar intactas las características varietales de la cepa en un vino de perfil actual ideal para amantes de los clásicos como para los paladares más modernos.

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