Sebastián Zuccardi

Es un joven bodeguero mendocino  muy comprometido con el desarrollo, la calidad y la realidad de hacer vino.

BONVIVIR

5 de septiembre de 2015

Notas:

    Por Verónica Gurisatti

     

    Sebastián Zuccardi vive en Mendoza, muy cerca de la Cordillera y lidera el equipo de Investigación y Desarrollo de Familia Zuccardi, una de las bodegas más importantes del país. Actualmente, está a cargo del manejo agronómico de las tres fincas que tienen en Valle de Uco (Altamira, La Consulta y Vista Flores) y desde 1999 también forma parte de Alma 4, un proyecto que empezó con dos amigos y su mujer Marcela Manini, donde hacen espumantes de alta gama.

     

    Con apenas 35 años, también dirige la nueva bodega del Valle de Uco, elabora vinos, viaja al exterior, se capacita, trabaja con consultores, sigue de cerca el crecimiento de las uvas y cada paso del proceso de vinificación y asegura que lo mejor de la vitivinicultura está por venir. Tiene viñedos de excelente calidad, instalaciones de avanzada y mucha creatividad, por eso sus vinos son un éxito en la Argentina y los principales mercados del mundo.

     

    De su padre José Alberto heredó la vocación y el sólido compromiso con la realidad de hacer vino, por eso hoy es un referente local cuando se habla de enólogos que son consistentes con la calidad. Es un profesional muy serio y apasionado que tiene un interés natural por investigar y seguir aprendiendo, y muchas ganas de crecer más y más. Además, cuenta con muchas variables para trabajar como diferentes terruños, tecnologías, uvas y estilos.

     

    Hace poco presentó en Buenos Aires su línea de vinos Fincas (Piedra Infinita, Canal Uco y Los Membrillos) y aseguró que en el futuro vamos a tener muchos estilos de vinos ya que no todos los lugares son iguales ni tienen el mismo potencial y estas son las bases de la vitivinicultura que viene. “Hace diez años no teníamos viñedos en Uco, comprábamos uvas, hoy aprendimos de nuestras propias uvas y entendemos las diferencias de las microzonas”.

     

    Enfocado desde hace años hacia la búsqueda de la calidad, la experimentación de suelos y el desarrollo de microzonas, se convirtió en uno de los enólogos más reconocidos de la nueva generación. Pero también, es un joven arraigado a la tierra, un conocedor de los ritmos naturales y un amante del lento trabajo artesanal que conduce al buen vino. Su estilo es claro: elegancia, frescura, textura, complejidad y fruta, todas las características de los grandes vinos.

     

    “El gusto del consumidor cambió y cada vez es más exigente y conocedor, por eso los vinos que tomamos hoy son más frescos y frutados, con mejor balance y más bebibles. Además, el terroir y la identidad se respetan cada vez más y hubo una evolución hacia el vino en su lugar, y si bien el Malbec es nuestra uva emblemática y la punta de lanza para abrir mercados, otras variedades como la Bonarda, el Torrontés y el Cabernet Sauvignon tienen gran potencial”.

     

    “Lo mejor de mi trabajo es estar en contacto con la viña todos los días y aunque todavía estamos aprendiendo y definiendo nuestro propio estilo y ADN, el gran desafío es lograr el equilibrio y la continuidad. Mi sueño es poder seguir haciendo lo que me gusta, superarme día a día y ser parte de un equipo, pero además mantener el espíritu familiar que tiene la bodega y ser capaz de permanecer vigentes y ser reconocidos por nuestros valores y niveles de calidad”.

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