Los vinos de la Docta

<div>Pionera de la viticultura local la provincia de Córdoba vuelve a subirse a los caminos del vino.</div><div><br /></div>

Alejandro Iglesias

23 de mayo de 2013

Notas:

    Famosa por muchos otros manjares la provincia de Córdoba se muestra decidida a volver a las primeras planas con sus vinos, un producto por años especialidad de la casa para luego quedar solo en la memoria de pocos. Hoy con energías renovadas y una clara decisión en cuanto a los estilos y calidad que deben lograr los viticultores de la Docta prometen sorprender con sus tintos nacidos en terruños que poco tienen en común con los del resto del país.
     
    Por Alejandro Iglesias
    El vino del Rey. El primer gran capitulo de la historia del vino cordobés fue escrito por los Jesuitas durante su larga estadía en la región. Fue en gran parte del siglo XVII que esta compañía religiosa arribó y cambió para siempre la historia a partir de la apertura de colegios, universidades e iglesias pero también inculcó la cultura del trabajo entre los locales enseñándoles a trabajar la tierra y aprovechar sus frutos.
    Entre estas actividades la vitivinicultura se destacaría por ser una necesidad, ya que los vinos producidos serian los utilizados durante las misas, y también por la calidad de los productos que llegarían a cruzar el Atlántico para ser saboreados por el Rey Carlos III de España. Aquel vino, no era otro que el conocido Lagrimilla Dorada elaborado en la Estancia que los jesuitas gerenciaban en Jesús María, una localidad que formaba parte del Camino Real que llegaba a Cuzco. Gracias a este transito político y comercial los vinos de los jesuitas trascendieron las paredes de los conventos para llegar a las mesas y también ser consumidos en los puestos de descanso del Camino Real.
    Lamentablemente con la partida de los religiosos del continente americano su legado vitícola en Córdoba fue lentamente abandonado aunque aun hoy pueden apreciarse en esta estancia las herramientas y diferentes elementos que utilizaban para la elaboración.
    Capitulo dos. Fueron los inmigrantes los encargados de la segunda etapa vitivinícola de la provincia cuando a mediados del Siglo XIX miles de familias italianas, principalmente del Friuli, arribaban a Córdoba para afincarse definitivamente en Colonia Caroya, principal bastión del vino cordobés y por que no también de los mejores chacinados y salames de la provincia.
    Aquí los friulanos comenzaron a desplegar todo su conocimiento en la elaboración de vinos con uvas criollas y otras que ellos mismos habían traído entre su equipaje. De esta cruza entre cepas nació la framua, la cepa típica de Caroya con la que se elabora aun hoy un tipo de vino tinto casero muy popular en la provincia. Pero a tal punto llegó la viticultura fundada por estos inmigrantes que para mediados del 1900 La Caroyense, principal bodega de la provincia, se ubicaría entre las diez más importantes del país por su volumen de producción con vinos que se consumían no solo en Córdoba sino también en el Litoral y Noreste del país.
    Pero este segundo intento lentamente disminuiría su actividad y para fines del siglo XX Colonia Caroya y sus vinos se convertirían en una especie de patrimonio provincial que solo probarían aquellos turistas que en la mayoría de los casos llegarían a sus calles para descubrir el sabor de sus famosos salames.
    La tercera es la vencida. Ya en pleno auge del vino argentino, el Malbec y el enoturismo en Córdoba un grupo de productores decidieron poner las cosas en su lugar e impulsar nuevamente la actividad en la región. Por su parte Colonia Caroya continúa con su perfil regional aunque La Caroyense lentamente se dispone a aggiornarse de cara a las exigencias del mercado actual.
    Sin embargo lo más notable en la provincia fue la aparición de nuevas regiones y viñedos en las zonas del Valle de Calamuchita, Ischilin y Traslasierra de donde ya llegan vinos que hacen creer que hay un gran futuro para el vino cordobés.
    Una provincia, tres terruños. En esta nueva etapa la vitivinicultura se afinco en espacios bien diversos. Por un lado Calamuchita ofrece los vinos de altura de Cordoba ya que las viñas suelen ubicarse a unos 1200 metros sobre el nivel del mar. El entorno de esta región contrasta con la típica postal del viñedo argentino ya que hay mucho verde, bosques y laderas frondosas típicas de una postal alpina europea. Aquí el suelo es de fondo arenoso pero rico en nutrientes mientras que las lluvias pueden ser importantes en algunas ocasiones. El gran riesgo de la zona suelen ser las bajas temperaturas aunque esto no amedrenta a los productores que al día de hoy se muestran optimistas con los vinos logrados.
    Ya a unos kilómetros mas al Norte y en medio de la nada misma se encuentra ischilin un terruño de suelos pedregosos y clima seco con veranos calurosos e inviernos muy fríos. En este hábitat cepas como el Cabernet Sauvignon, el merlot y el Chardonnay parecen sentirse a gusto y eso se puede apreciar en los vinos de la Bodega Jairala Oller cuya expresión e identidad aportan un nuevo perfil a la góndola argentina.
    Finalmente en Traslasierra se encuentra el dominio de Nicolás Jascalevich, un joven enamorado del entorno natural de esta zona que supo albergar grandes extensiones de viñedo en el pasado aunque nada queda de ellos. Desde 2002 este productor se ubico en San Javier para elaborar vinos orgánicos y biodinámicos que pueden conseguirse bajo el nombre de Noble de San Javier. Jascalevich posee aquí  un viñedo donde cultiva Cabernet Sauvignon y Malbec, las cepas con las que elabora todos sus vinos que son una exquisita expresión de un terruño que sin dudas tiene mucho para brindar.

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