Hervé Joyaux Fabre

Propietario de las bodegas Fabre Montmayou (Mendoza) e Infinitus (Río Negro), su pasión y su savoir faire hacen el resto.

BONVIVIR

27 de agosto de 2015

Notas:

Por Verónica Gurisatti

 

Hervé Joyaux Fabre nació en Burdeos y es miembro de una familia de larga trayectoria en el negocio vitivinícola de esa región de Francia. Llegó a Mendoza en los años 90 y al probar el Malbec argentino quedó impactado por esa variedad tan poco expresiva en otras latitudes. Al poco tiempo su impulso emprendedor lo llevó a crear su propia bodega y en 1992 fundó Fabre Montmayou en Luján de Cuyo, con viñedos de 1908 considerados franceses nativos.
En su afán por descubrir nuevos terruños y después de su primera inversión en Mendoza, Hervé llegó al Alto Valle de Río Negro decidido a elaborar vinos distintos a los producidos en Cuyo. Fue pionero en el sur y lo apodaron el francés de la Patagonia, aunque no era ningún novato sino todo lo contrario, recicló un viejo viñedo y lo convirtió en un proyecto de alta gama y así nació bodega Infinitus. Aquí, habla de la calidad de sus vinos y del prestigio internacional.

 

¿Qué fue lo que lo llevó a invertir en Argentina?

El Malbec. Probé pequeñas partidas y me di cuenta de que Argentina tenía una uva excepcional. Hace veinte años atrás nadie la tenía en cuenta y todo el mundo hablaba del Cabernet Sauvignon y del Chardonnay. Un país con una uva así, que no se encuentra en otro lado, es un plus importante que hay que aprovechar. Elegí para cultivarlo una de las mejores zonas que es Vistalba, en Lujan de Cuyo. Claro que hacemos muy buenos Cabernet, Merlot y Syrah, pero no el mejor Cabernet ni el mejor Merlot, ni el mejor Syrah, pero sí estamos haciendo el mejor Malbec del mundo.

 

¿Cómo surgió la idea de ir al Sur?

Tenía la opción de ampliar la bodega y decidí hacer otro proyecto. Fui a Río Negro y el clima y la tierra sin contaminaciones del Alto Valle me cautivaron. Esta zona
suele dar excelentes tintos, como los Malbec y los Merlot, pero también con personalidad acentuada muy buenos Cabernet y Pinot. Estos tintos consiguen ese color profundo y aromas diferentes como los frutados y elegantes Chardonnay y Semillón.

 

¿Cómo definiría el estilo de su bodega?

Considero que es una bodega boutique. Fue la primera bodega de estilo francés, es decir, puesta en la viña. Tenemos todas las actividades, la de viñatero, la de bodeguero y la de comerciante. Tradicionalmente en Argentina las bodegas eran enormes y el bodeguero no podía estar en la viña, en la bodega y vendiendo. En cambio la bodega boutique es de un tamaño donde el bodeguero puede intervenir en todas las etapas y en todas las actividades.

 

¿Cuál es el tamaño de una bodega boutique?

El tamaño lo define la capacidad del bodeguero de estar en la producción hasta la línea de comercialización. El día que tiene que tener un gerente de producción, un gerente de exportación, un gerente de ventas, un gerente de marketing, etc. etc., ya es una empresa grande y deja de ser boutique. Eso depende de la capacidad de cada uno, no todo el mundo tiene la misma capacidad para controlar una bodega, por eso, una bodega boutique puede tener capacidad para elaborar 30.000 litros o 1.000.000. Lo importante es que una bodega no puede funcionar sin bodeguero.

 

¿Cómo describiría a sus vinos?

Para mí básicamente hay dos tipos de mujer, la que se pinta mucho a la mañana y la que es natural. A mis vinos no los pinto, son naturales, sinceros. Son vinos armónicos con la personalidad distintiva que les otorga el terroir, sólo dejamos exprimir la fruta y la singularidad del terroir hace el resto. Los vinos nuestros no pretenden ser de moda, detesto esa idea, no apuntamos a ese mercado, ni tenemos pretensión de hacer millones de botellas.

 

¿Qué piensa de las grandes bodegas?

No todas las bodegas deben ser chicas y producir vinos caros. Yo respeto mucho a las bodegas grandes porque son ellas las que permiten tener todos los días vinos accesibles. Si no existieran este tipo de bodegas no existiría la mía. No todo el mundo puede tomar un vino de ciento cincuenta pesos todos los días. Si se deja de tomar vino, la cultura del vino se va a ir perdiendo, por eso es tan importante tener vinos de buena calidad y baratos. Es el mercado más importante. Además las grandes bodegas son imprescindibles para la exportación porque para poder exportar y crear una imagen país hay que tener volumen. Nadie tiene la posibilidad de comunicar con 100.000 botellas.

 

¿Cómo ve al mercado actual?

Se habla mucho de una proliferación de las bodegas chicas y eso pasa en todos los lugares del mundo, pero los pequeños proyectos que nacen todos los días no hacen a la vitivinicultura de base. Algunas van a crecer y otras a desaparecer pero no influyen para nada en el mercado en cuanto a volumen porque es un porcentaje ínfimo. Hoy en Argentina todo el mundo habla de la exportación pero sólo se exporta el 15% de la producción. Tenemos un 85% adentro del país y hay que preocuparse del consumo nacional porque eso es lo que hace vivir al productor y al bodeguero. Es más fácil salir a exportar porque hay buena aceptación pero descuidar el mercado nacional me parece un peligro total.

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