Consejos para mejorar tus catas

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BONVIVIR

10 de mayo de 2016

Notas:

 

Es común que quiénes buscan a prender de vinos se acerquen a cursos de cata y degustación. Estas sesiones, guiadas por expertos, abren de inmediato las puertas a un mundo lleno de aromas y sabores que el catador iniciado muere por identificar.

 

Durante estos cursos se aprende mucho a un ritmo intenso y sin pausa. Sin embargo, la última clase puede convertirse en el inicio de los problemas. Cuando los aspirantes a catadores comprenden que el aprendizaje llega a su fin y que de ahí en más estarán solos ante un universo de botellas y etiquetas muchos se angustian ante el desafío de seguir por su cuenta. Otros mantienen durante algún tiempo el entusiasmo pero al no ver resultados o avances se desalientan y también abandonan. Por lo tanto esta nota puede convertirse en nueva oportunidad para muchos y en un gran consejo para los que están terminando su cursada. No olvidemos que aprender a catar demanda constancia y disciplina. Veamos entonces cómo lograr que el proceso continúe de forma divertida, placentera y con resultados.

 

Armar un grupo de cata. Aprender de vinos en soledad es muy difícil. En primer lugar por que para aprender hay que catar y 750 centímetros cúbicos es una dosis demasiado grande para uno solo. Además seleccionar vinos, armar catas y escuchar a otros es la mejor manera. Lo ideal es tener un grupo de hasta seis personas dispuestas a reunirse con frecuencia. Además, el vino y la cocina van de la mano y cuando se cuenta con un grupo de cata hasta se puede recorrer diferentes gastronomías, escuchar opiniones y hasta identificar descriptores que a uno por cuenta propia pueden resultarle imposible.

 

Catar a ciegas. Desconocer qué tenemos en la copa es el mejor camino para afinar nuestros sentidos. Solo de este modo uno construye imaginariamente el vino a partir de lo que percibe y huele. Cualquier dato con el que contemos de antemano nos condiciona y así es muy difícil asumir riesgos a la hora de expresarse. Por lo tanto, siempre es bueno que alguien del grupo asuma el rol de organizador de las catas y que el resto desconozca de qué vinos se trata el ejercicio. Luego es cuestión de contrastar lo que identificamos con la etiqueta.

 

Tomar siempre notas de cata. Es imposible aprender a catar si no se lleva registro de cada experiencia. Si bien algunos pueden tener mejor memoria que otros siempre hay un momento donde las cosas pueden confundirse y para esto nada mejor que tener un archivo de notas. Estas catas permiten recordar nuestra opinión de un vino o varietal tiempo atrás. Solo así se puede mejorar con el tiempo y la práctica. Comprender la evolución de un vino demanda haberlo catado en varias ocasiones y haber tomado nota de sus características. Al tener varias catas de un mismo vino se las puede contrastar y así entender su comportamiento en el tiempo.

 

Probar diversas cepas. Para entender los matices y características de los vinos es necesario conocer primero su expresión más pura. Para esto los varietales son ideales y mejor cuando en una cata se reúnen tres o cuatro a fin de notar las diferencias. Por ejemplo, una selección de varietales que nunca falla es Pinot Noir, Syrah, Malbec y Cabernet Sauvignon. Cuatro cepas que dan origen a vinos de colores, aromas y sabores muy diferentes. En blancos lo mismo sucede en un flight (como se llama profesionalmente a las selecciones de vinos a la hora de la cata) integrado por Sauvignon Blanc, Torrontés y Chardonnay. De este modo, y luego de haber repetido varias veces el ejercicio, es posible establecer parámetros propios ante cada varietal. Luego se puede continuar varietal por varietal y buscar como incide el roble a partir de diferentes tiempos de crianza, o bien buscar diferentes orígenes. Lo importante es probar siempre cosas diversas y definir un criterio detrás de cada degustación.

 

¡Oler todo! Nuestro olfato tiene la capacidad de percibir más de 10.000 aromas. El problema surge cuando queremos poner en palabras qué estamos oliendo. Esto se debe a que uno no siempre presta atención a los aromas de las cosas que come o bebe así como tampoco dedica tiempo a identificar los aromas más cotidianos. Por lo tanto, es un buen ejercicio estar atentos a los aromas que nos rodean desde el desayuno hasta la cena, los avances llevan tiempo pero ante algunos descriptores resulta tan fácil que uno se entusiasma. Incluso en un grupo de cata es ideal dedicar tiempo a ejercicios como éstos. Por ejemplo, si en una cita de degustación se elige un varietal se puede recurrir a frutos, flores, vegetales y otros elementos que coincidan con los descriptores típicos del vino y contrastar los aromas.

 

Calmar la ansiedad. Aprender a catar no es solo adivinar los aromas que emana la copa. Todo lo contrario, es un proceso intuitivo que conocimiento y saber como procesarlo y así arribar a conclusiones que nos permitan interpretar que hay en cada sorbo. Por lo tanto, a no enloquecer si algunos aromas cuestan más que otros o si no se comprende en los primeros intentos cuándo un vino es tánico, fresco o equilibrado.

 

Practicar lenguaje. Es común que al momento de hablar de vinos siempre se recurra a las mismas palabras. Es justamente por esto que catar en grupo es el mejor ejercicio para debatir acerca de descriptores o cómo explicar cada vino. EL lenguaje de uno crece al escuchar a los demás. Sin embargo, también es bueno practicar diferentes formas de expresar un aromas, una textura o un sabor. Es así como las notas de cata se vuelven más sofisticadas y certeras.

 

Simplificar expresiones. El mejor modo de describir un vino es a partir de ejemplos y descriptores habituales, no siempre el mejor catador es el que usa las expresiones más complejas sino aquel que logra trasmitir a otros aquello que percibe en copa. Por lo tanto, siempre es bueno usar ejemplos cercanos y hablar de frutas, vegetales, hierbas y descriptores que se pueden tener al alcance de la mano de modo que llegado el caso se puede recurrir a ellos.

 

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